En el día de hoy, cobarde y claudicante…

No me atrevo a discernir si es más indignación que sorpresa lo que han causado en tantos opinadores patrios las (previsibles) reacciones de la opinión pública europea –de la Europa comme il faut; o eso se cree-, a consecuencia de La Sentencia del “prusés”.

La indignación de tantos puede entenderse; si bien, me temo, sólo se comprende correctamente si se asume desde España (lo que resulta, en este particular caso, absolutamente irrelevante). En cuanto a la sorpresa, nada me pueden sorprender menos que las reacciones europeas ante lo que ellos esperan de España… Debería añadirse: ¡haga lo que haga ésta!; y suponiéndose que exista un sujeto tan amplio al que adjudicar tanta torpeza y al que dedicar tanto desprecio.

Sin embargo, lo que se les escapa a los muy altivos “hispanistas” (y lo que es aún más grave: a la mayoría de los españoles), es que la propia entidad y esencia de esa naturaleza corrompida, maldita y despreciable –siempre fallida, siempre reprobable- procede de la infausta influencia perpetrada desde la que ellos SÍ consideran una parte salvable de la propia España; es decir: la parte que (auto)desprecia a España incluso más que lo que ellos lo hacen. Así pues, se puede concluir que es la España que más se odia a sí misma -¡siendo ésta la que más ha medrado a su costa!- la que proyecta en el exterior, de modo paradójico, la más encomiable idea que los extranjeros tienen a bien atribuirnos al conjunto de estos simpáticos, pero algo retrasados e incívicos, bárbaros del sur (ya se sabe: “toreros”, “conquistadors” asesinos de indios, “Spanish Inquisition”, poco fiables y perezosos…).

Mi tesis, en definitiva, es bastante sencilla: la falta de respeto de España hacia sí misma –una patética España que siempre se vende y claudica, acomplejada- es la que ha dado alas a los que se ufanan a su costa, en una especie de sucio compadreo con sus “colegas” y admiradores (recíprocos), los muy eficientes sajones protestantes del norte. Acompaña a esta parte esencial de mi tesis un escolio: que los destructores más minuciosos de este país, que pudo ser moderno y grandioso -¡resulta genial y muy conveniente que a los sajones protestantes del norte se les quite de en medio un potencial competitivo tan fabuloso!-, son los que se consideran víctimas de su opresión, retraso, ineficiencia y centralismo despótico… ¡cuando son ellos los que, de manera sistemática y con el inapreciable apoyo de lo más estúpido y cobarde de la facción opresora “estatal”, han demolido y desmadejado un país casi entero, vacío, medio abandonado a su suerte!

Este dislate, ya secular, ha llegado hoy en día a unos niveles de irreversibilidad tales que uno mismo está tentado de apuntarse a este proceso de desmembramiento; hasta el punto de que me animaría a propugnar la inauguración de una nueva era de confederaciones ibéricas, constituidas en torno a los entes que, al menos, se han atrevido a inventarse a sí mismos; pues parece más ventajoso a la larga -y más saludable, quizá- dejarse anexionar por un ente que, al menos, tiene una idea de sí mismo no autodestructiva; de hecho, conciben éstos, para ellos mismos, un legítimo expansionismo regional: pequeños nuevos centralismos, con renovados despotismos totalitarios… ¿Acaso no estarían estos pequeños estados bien vistos, por fin, por los países que nos prefieren pequeños e insignificantes?… Y Cantabria -una parte, sin duda, de la Euzko Konfederazioa– tal vez podría adquirir un cierto peso específico, si bien vicario; un motivo poderosísimo para renovar su propia entidad frente a un totalitario avasallador que, al menos, sabe lo que es y lo que quiere: nada mejor para iniciar un largo y doloroso proceso de auto-afirmación y catarsis, ¿verdad, Cantabria?… Es triste reconocer que las actuales irrelevancias de Santander y de Cantabria se las deben ambas a… ¡España!… ¡Pero a esa España claudicante y cobarde, dinamitada por los que la han asaltado y desvalijado! (por no hablar de Teruel, de Soria, de Cuenca, de Cádiz, de Salamanca, de…).

¿Habremos aprendido alguna lección, por fin?: no lo creo.

~ por ofisiswithoutastone en octubre 15, 2019.

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